EL POEMA Y EL LECTOR: APROXIMACIÓN A UNA TEORÍA DE LA RECEPCIÓN DE
UN POEMA
¿Cuál es la relación del poema con el lector?
¿Cuál es la recepción que el poema recibe por el lector? ¿Existe en
realidad tal recepción? ¿Acaso no bastan las teorías de la recepción ya
esbozadas por teóricos muy conocidos en el ámbito académico mundial, tales como
el polaco Roman Ingarden (1893-1970), el alemán H.J. Hauss (1921-1997) y el
norteamericano Wolfgang Iser (1926-2007)?
Las anteriores preguntas son apenas algunas que
se podrían hacer sobre un tema complicado y que me gustaría responderlas
con mayor propiedad en este ensayo.[1] Pero responderlas de ese modo exige un
trabajo académico que no es mi intención aquí,[2] y un espacio mayor que el de un
ensayo. Siendo así, mi intención, hasta donde sea posible, es responderlas de
un modo simple, sin mayores detalles y sin discutir asuntos debatidos; el fin
último es aproximarme a una teoría de la recepción de aquel poema que posee las
características propias de una obra de arte. Primero, describiré las líneas
generales de la teoría contemporánea de la recepción y, seguidamente, procuraré
la aproximación mencionada.
Líneas generales de la teoría
contemporánea de la recepción
En el ámbito académico, la teoría contemporánea
de la recepción de un texto literario surge como un enfoque nuevo de la
literatura, en contraposición con el análisis estructuralista de textos
literarios; por eso, en lugar de insistir en las formas que describen a un
texto —tal como lo hace el análisis estructuralista—, la teoría de la recepción
se enfoca en la relación autor, texto y lector/ público,[3] pero no cualquier lector/público, sino
el informado sobre asuntos literarios. Diciéndolo de manera más simple, el
enfoque de la teoría contemporánea de la recepción está en la manera cómo el
lector/público informado recibe el texto literario; y esta manera es tratando
de interpretar lo que el texto, no su autor, desea comunicar, acto mediante el
cual el lector/público va a apropiarse para sí de eso que el texto desea
comunicar.
Pero ese acto de interpretación, el
lector/público lo tiende a realizar con base a sus muchos conocimientos y
experiencias que ha acumulado en su vida, que incluye ideas preconcebidas,
tales como que en un texto escrito se rompe todo vínculo con su autor e
intención comunicativa, es decir, con lo que desea comunicar; esta idea
preconcebida, le va a permitir entenderlo a su modo, es decir, según su
percepción particular y sin considerar lo que el autor haya intencionado
comunicar en su texto. De este modo, la teoría contemporánea de la
recepción pone especial énfasis no solo en el lector/público y en su
interpretación a su modo del texto, sino también en su papel de co-creador y
coautor del texto.[4]
Para comprender una obra de arte literario,
afirma la teoría en mención, el lector requiere (1) de un conocimiento previo
sobre estética literaria que incluye conocimientos y experiencias adquiridos a
lo largo de su vida, (2) de una competencia estética que le permita captar el
arte literario artístico de la obra, y (3) de una habilidad para saber
sintetizar el contenido total de la obra que le va a permitir
comprenderla, con base a los dos requerimientos anteriores.[5] El papel resultante del lector en este
comprender es el ya mencionado: el de co-creador y coautor del texto (que no le
pertenece), cuyo modo más específico de conseguirlo lo resumo a continuación.
En su lectura del texto, el lector/público deberá
tener presente otro presupuesto: ningún texto literario posee un único
significado (sentido) que la interpretación tradicional se empeña en descubrir
del mismo. Al contrario, afirma esta teoría, el texto posee muchísimos
significados; si no fuera así, se argumenta, entonces al lector le quedaría
solamente la tarea de aceptar o rechazar el único significado. Los muchísimos
significados no están ocultos en ningún texto, sino que le corresponde al
lector/público no descubrirlos, sino crearlos en el proceso de la lectura
mediante su interacción con el texto. Es así que, según la teoría en mención,
en la lectura de un texto el lector viene a constituirse en su co-creador y
coautor junto a su autor real (Pedro, Pablo, Juana, etc.) que ya no cuenta,
está muerto, en el texto. Esto es así, piensa esta teoría, también porque
todo lector, además de traer consigo al texto una serie de conocimientos y
experiencias previas, es un lector activo que
interactúa creativamente con
el texto; el lector pasivo, argumenta la teoría en mención, nunca llega a ser
co-creador ni coautor de un texto, sino preservador de su significado que la
interpretación (entiéndase, conservadora) esclarece.
Conclusión
La teoría contemporánea de la recepción del texto
literario enfatiza la relación autor, texto y lector/público. Pero su énfasis
no está en el autor, sino especialmente en el lector/público y en el texto; por
ser un activo/creativo lector se convierte en co-creador y coautor del
texto.
II
Aproximación a una teoría de la
recepción del poema:
El autor, poema y lector de la
red
El disfrute del poema por el
lector de la red
Comienzo afirmando aquello que en lo cual muchos
podríamos concordar: todo poeta escribe para ser leído y comunicar algo en su
poema. Pensamos que en poesía no debiéramos insistir en una
recepción del significado o sentido del poema, si bien todo poema comunica
algo, dice algo, aunque no del mismo modo objetivo en que lo hace una escritura
científica o ensayística cualquiera. Por eso, en lo que el lector debiera
fijarse es en las cualidades artísticas y estéticas del texto/poema, a
fin de obtener una experiencia estética.
El poema es para disfrutarse. Y no hay nada malo
en ello, puesto que una obra de arte, como lo es el buen poema, no es una obra
que comunica lo que desea comunicar en lenguaje directo; y, no siéndolo, es
proclive a múltiples sentidos, unos más legítimos que otros y otros hasta
descabellados. Pero lejos de ser esta propuesta —de disfrute, no de
interpretación, del poema— una traición a la defensa de la intención
comunicativa del autor, es una afirmación de la misma; esto es así, porque
argumentar que el poema se debe disfrutar no es negar que este tiene algo que
comunicar que el lector podría entenderlo en algún grado;[6] además, se evita con esto que el
lector atribuya sentidos que no han sido intencionados por su autor ni están,
por tanto, transmitidos vía lenguaje en la obra poética.
En esta opción también existen riesgos. Uno es
que el lector de la red sin trasfondo estético ni competencia crítica atribuya
cualidades artísticas que el poema no posee; otro es que este mismo lector no
pueda percibir todas o ninguna de la cualidades del poema; otros riesgos es que
tergiverse las que perciba, o que las cualidades del poema sean
percibidas de múltiples maneras por cada lector. De caer en estos riesgos, el
lector no podría llegar a la esencia única del poema y haría perder el
equilibrio estético de este.
La experiencia estética del
lector de la red: Poemas “Perfume salvaje” y “Escondida en la
poesía”
Las cualidades artísticas y estéticas de un poema
constituyen no solo un aspecto esencial, sino también el elemento más
importante para su disfrute; también lo son para que pueda ser catalogada obra
de arte: “…cuando [las cualidades estéticas] faltan o cuando no conducen a una
armonía…entonces la obra de arte en cuestión será totalmente sin valor, o
tendrá un anti-valor, y las otras buenas cualidades que tenga la obra no la
podrán salvar como obra de arte”.[7]
Son las cualidades mencionadas del poema, no su
sentido, las que conducen al lector/público a vivir una inefable experiencia
estética durante o después de la lectura; ciertamente, el lector/público deberá
poseer un nivel mínimo no solo de competencia crítica/estética, sino también de
objetividad y respeto por el autor/obra, que le permita identificar
juiciosamente las cualidades artísticas y estéticas en el poema y entrar en el
mundo del mismo —todo aquello que afirma de diversas maneras. De
lograrlo, lo cual implicaría que habrá hecho una lectura activa del poema,
podrá vivir la experiencia estética, sin haberse constituido en co-creador ni
coautor del poema; esto aun habiendo interactuado con el poema, incluso
imaginándose o rellenando lo no dicho en este. ¿Y cuáles son las cualidades
artísticas y estéticas de un poema que permiten a un lector/público tal
experiencia y entrada al mundo de ese poema? Mencionaremos apenas unas.
Los versos de un poema suelen estar arreglados
atendiendo a un ritmo melódico interno y a determinadas formas fonéticas que
forman una secuencia de sonidos y dan pista de su significado. Este ritmo y
arreglos, que en un lector de la red con oídos no tan entrenados para
dejarse seducir por la voz de la belleza, pueden pasar desapercibidos; pero son
los que crean el efecto de una experiencia estética de disfrute. Por ejemplo,
leamos el poema corto de mi autoría “Perfume salvaje”, del poemario inédito
“Signo XXI” (2000):
Perfume
que huele
de arriba a bajo
a esencia salvaje
de prado solo
de solo
s
o
l
o:
post-modern hedor
¿No es al que hiedes
de pies a cabeza
en cada paso
ya en tus huesos?
En este poema es posible identificar un
ritmo interno y un patrón de estructura fonética que es a la vez un elemento
artístico y estético clave para la percepción de su mundo y hasta su
significado: depredación y desolación total:
de prado solo
de solo
s
o
l
o:
Y para que la experiencia estética y el
significado sean completos, hay que relacionarlos con otros patrones
lingüísticos (palabras con su respectivo adjetivo) y metafóricos claves que dan
el significado del poema; estos patrones son “esencia salvaje” y “post-modern
hedor”, y los metafóricos “pies a cabeza” y “ya en tus huesos”, que indican
también totalidad.
Otro ejemplo que podemos mencionar es el poema
“Escondida en la poesía” de Carlos García Óliver de su poemario inédito
“Llanto”.
Quién cantará poesía:
el halo de la luna,
el halo de este sol,
tal vez una calandria
o este loco amor.
Quién escribirá un verso,
si ese verso he sido yo
con pluma de metáforas
y el canto de un tenor.
Quién esconderá la musa
del poeta fanfarrón,
si en su cuerpo lleva espinas
y rosa como flor.
Las estrellas serán quizás
o tal vez la inmensidad,
pero para escribir poesía
la musa debe cantar.
En este poema, de lectura ligera y aparentemente
simple, hay muchas cualidades artísticas y estéticas claves que permiten una
experiencia estética. Dos de ellas, mostradas por su lenguaje, es el tono de
picardía y el ritmo interno –que no se debiera confundir con su rima:
amor/tenor/flor—, que pueden pasar desapercibidos. Un patrón fonético clave es la
pregunta con la que inicia las tres primeras estrofas en cuyas respuestas
probablemente esté implicado el sujeto lírico (su autor) del poema: “este loco
amor”…”…canto de un tenor”… “…espinas y rosa como flor”. Él es ese amor loco,
cantante, espinas y flor. Solo él, siendo un poeta fanfarrón, puede ser
eso y hacer lo que nadie más puede.
La última estrofa hay otro patrón, pero de ideas
que resume las anteriores, mediante un paralelismo de sentido: “estrellas”=
“inmensidad” y “poesía”= “musa”. Al poeta lo hace cantar la musa, no la
lejanía, porque él es amor, cantante y flor, y nadie es capaz de esconder la
musa, siendo él la musa o la inspiración.
¿Qué es la experiencia
estética?
He venido hablando de experiencia estética vivida
por el lector/público. Pero, ¿qué es? La experiencia estética no es más
que la vivencia, la afección o la sensación poética emocional agradable y
positiva de deleite, placer o simpatía, al momento percibirse las cualidades
artísticas y estéticas del poema. Esta vivencia, afección o sensación implica
haber entrado al mundo del poema y haber como dejado entre paréntesis nuestra
realidad para dejarnos arrastrar por las tempestades generadas por las
cualidades y el mundo del poema.[8]
Pero todo esto sin imponernos irrespetuosamente
al poema ni a su autor, al sustraerle y agregarle cualidades y contenido, como
suelen hacer algunas críticas literarias; así, el lector/público no resulta
co-constructor ni coautor del poema. Lo único propio del lector/público es su
trabajo de percepción de lo que hay en el poema y su vivencia, afección
deleite o sensación experimentadas. También lo que le es propio es la justicia
que hace al poema mediante un procedimiento adecuado en la lectura.
Conclusión
La teoría de la recepción nos da la metodología
no tanto para interpretar una obra de arte, sino para disfrutarla, si bien, en
el camino hacia ese disfrute, la interacción es clave para interpretar y
entender su contenido. Pero cuando la interacción es juiciosa, este disfrute e
interpretación permiten respetar al autor y a su obra. ¡El lector/público
no es su autor, sino solo eso: su lector/público!
©George Reyes, del libro inédito “Ensayos del
exilio”.
CDMX, 22 de octubre de 2018
[1] La verdad es que este tema ya lo
he abordado en otros ensayos, pero sin el uso formal del término “recepción”.
En este sentido, de un modo u otro, ya he respondido especialmente la pregunta
que tiene que ver con la recepción del poema por parte del lector de la red.
[2] Lo “académico” de un ensayo es
relativo, ya que realmente depende del trasfondo de quien lo lea. Aun cuando
intencionalmente no suelo ser académico ni extenso en mis ensayos literarios,
en cierta ocasión envié uno de ellos a una revista literaria; pero me fue
negada su publicación, argumentando que era “muy académico” y que, por tanto, a
los lectores de la revista no le interesaría.
[4] Esta teoría, sin embargo,
no es homogénea, pues hay diferencias entre un teórico y otro. Son los
teóricos radicales (Iser, Igarden y otros) los que piensan que el lector
necesariamente se vuelve co-creador y coautor del texto. Los menos radicales
piensan lo contrario, ya que insisten que el lector ha de respetar la
objetividad que todo texto literario posee; esta objetividad del texto
consiste, por ejemplo, en un lenguaje equipado con demostrativos, adverbios de
tiempo y de lugar, tiempos del verbo. Por mucho lenguaje poético que use un
texto literario el lector que respeta tal objetividad jamás puede constituirse
en co-creador ni coautor del texto que lee.
[5]Gloria Vergara, “La experiencia estética en el pensamiento de Roman
Ingarden”, en Gloria Prado y otros, coordinadores, Neohermenéutica(México,
D.F.: Universidad Iberoamericana, 2009), pág. 50.
[6] Sucede esto con muchos poemas
que, aun usando lenguaje poético, es posible entender lo que dicen.
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