Páginas

Alexis Falkas

 
Siempre quise ser un monstruo de humo.
Dejar mi cuerpo atrás, perder las formas, difuminar todos aquellos preceptos que nos mantienen rígidos.
Ser libre, inconcluso, soñando a ser como cualquier otra nube, pareidolia en cada mente. Serlo todo sin ser nada.
 
SIN TÍTULO (La calles están vacías)
 
La calles están vacías.
Los pies cansados
de todos esos viajeros
que pasaron de largo sus vidas.
Sus zapatos guardados
bajo la cama,
los ojos cerrados.
Descansado en vida,
olvidando que mueren.
Y yo continuaba allí,
tambaleante y sobrio.
Caminando sin descanso.
Urgando en cada rincón sombrío.
Algo se movió
bajo la luz de las
farolas rotas.
Surgieron los ojos, las bocas,
Un gato, dos ratas.
Una de las ratas
logró escapar
trepando por las enredaderas.
La otra no tuvo tanta suerte.
Arrinconada entre cuatro piedras.
Se escuchó un mullido,
dos chillidos, un zarpazo.
Algún gemido distante,
la canción de un borracho tullido.
Todos seremos comida
en la noche,
zapatos bajo nuestras camas.
Todos estaremos borrachos,
tullidos, saldremos huyendo,
o continuaremos gimiendo
sin salir del coche.
Me pareció una escena deprimente.
No eran las ratas,
ni los gatos.
Ni siquiera las farolas rotas.
Era por no estar desnudo,
y cargar con aquellas
pesadas botas.
El gato me miró a los ojos,
Ratón colgando de su boca.
Con las tripas al aire,
el corazón al desnudo.
No se por qué,
pero me acorde de ti.
Cómo plantabamos semillas,
sin germinar flores,
sin construir el nido.
Todas aquellas camas,
Sin zapatos, sin encantos.
Mordiendo los tallos
hasta quedarnos secos.
Gimiendo descalzos
hasta quedarnos mudos.
Comenzó a llover.
Continúe caminando.
Y la noche proseguía,
recortando paso a paso
el recuerdo de los tuyos.
Me olvidé del camino.
Dejé de pensar en las ratas,
en los ratos muertos,
en los gatos pardos,
en borrachos tuertos.
Me quedé descalzo
bajo las farolas rotas.
Perdí el tiempo,
la vida, la memoria.
Me quebré en la lluvia,
me olvidé de todo.
Salvo de aquella mujer,
de su risa de,
de sus llantos.
Rodaré entre esquinas,
encontraré más ratones,
tantos gatos pardos.
Pasando el rato
entre nuestros gemidos.
Sin luz, sin semillas.
Sin flores, sin nidos.
 
SIN TÍTULO (Ya no quedan luciérnagas)
 
Ya no quedan luciérnagas.
Salvo aquellas que conservé en los cofres de mi infancia, enterradas bajo tantas luces.
Carteles de neón,
semáforos led.
Anuncios pasajeros,
pupilas dilatadas,
viajeros cansados;
Ajenos a nuestras vidas.
Nada deslumbra para siempre.
Nada nos asombra.
Nada brilla en realidad.
Se fundieron los genios en la mediocridad de los baremos. Se esfumaron las maravillas de nuestra ingenuidad, incapaces de admirar los prodigios que desbordaron nuestra retina.
Sacrificamos los navíos,
los caminos,
los piratas,
los tesoros.
Cambiamos las joyas de nuestra tierra por plata suspendida en las nubes.
Inscribímos los nombres en piedra deshecha, cargados con el peso de nuestros polvos.
Creímos que crecer era perder el peso de nuestros sueños. Nos volvimos diminutos.
Opacos.
Los carruseles continuaron girando sin nosotros, retorciendo las líneas rectas de nuestra soledad.
Incapaces de girar con las estrellas.
Guardé mi infancia en un sobre.
La escribí con letras negras que brillaban en la oscuridad para no perder el rumbo.
Soñé con aquellas luciérnagas.
Bailé en su frágil fluorescencia.
Desperté desnudo.
El alba me cubrió de llagas,
de las alas rotas y fosfenos blancos.
Enterrado en cenizas y brasas.
Ya no quedan luciérnagas.
Salvo aquellas que guardé en la mirada encendida de mis recuerdos,
navíos que surcan un cielo repleto de estrellas por explorar.
Donde aún encuentro el rumbo,
donde aún me maravillo.
Donde aún brillan las sombras,
donde aún me siento un niño.
 
SIN TÍTULO (Abriste los ojos)
  
Abriste los ojos.
Y descubriste un mundo aséptico, limitando tus infinitas posibilidades hasta volverlas estériles.
Te golpearon en la espalda asegurando el peso de sus propias metas. Lacraron tus espectativas con sangre de su sangre.
Te dieron aliento, un nombre, un futuro, un destino.
Sin pasado, para que cometieras tus propios errores y los mismos prejuicios.
Te dieron un color, un número, un género, un dios, un camino.
Abriste los ojos.
Y descubriste un mundo plegado a su juicio. Sus leyes, sus normas, su complicada matemática de algoritmos hundidos bajo la ineludible constante orbital.
Todo se cae hacia el centro y se resquebraja desde las comisuras de tus pensamientos.
Abriste los ojos.
Y descubriste tu mundo. Ideas propias condicionadas por la revolución ajena.
Los orgasmos, los besos ocultos entre tus dedos. Rozaste el cielo, acumulaste estrellas bajo el mismo velo.
Te levantaste contra el sistema, desarrollaste uno nuevo en el que todos flotaban sin tocar el suelo.
Abriste los ojos.
Y descubriste tu rostro observando al otro lado del espejo, incapaz de reconocerte.
La espalda rota de cargar estrellas, la casa hundida en el fango de tus propias metas.
Colisionaste en la gravedad de tu propia inercia. Caída en el centro, perdida en el viento de tu soledad compartida.
Descubriste los gritos, los golpes, el silencio. Las mentiras cosidas a los labios en los que antes brotaban besos. Las caricias golpeando tu espalda, sesgando las alas pensando que huir era sostener tu vida entre sus garras para no caer al vacío.
El horror en la esencia de aquel mundo que idealizaste. Las máscaras rotas tras el último baile.
Abriste los ojos.
Y descubriste el valor de tu nacimiento. El poder de elegir entre tantas mentiras la única que te pertenecía.
Girar sin parar hasta encontrar tu eje invertido, convertir la trayectoria fijada en un nuevo sendero. Libertad, y la capacidad de definirla a tu antojo. Decidir cuándo despertar, cuándo soñar, cuándo terminar con todo.
Abriste los ojos.
Y le arrancaste los suyos con los mismos dedos que unen el mundo, donde brotan los orgasmos ciegos,
pero nunca mudos.
 
SIN TÍTULO (Seré una esquirla...)
 
Seré una esquirla cristalina deslizando en tu sonrisa.
Me sequé enseguida y llegaron otras a colmar tus labios.
Lágrimas pendientes de la rama,
gotas ceñidas al fluir de tu saliva.
Nos perdimos en tu cama,
añorando los aceites con los que bañabas el sabor de las olivas.
Sin mediar palabra nos enredaste en las exigencias de tu lengua.
Le diste otro verbo al dolor,
tomaste sustancia del odio para definir mi cuerpo como un artículo.
Tu objeto indeterminado.
Me reduciste a pronombres, te creíste un dios sin llegar jamás a ser un hombre.
Se perdieron las sonrisas y permanecieron las mentiras.
Nos prometiste tu mundo
mientras desdibujabas el nuestro al contorno de tus caprichos.
Todas aquellas estrellas brotando de tu bolsillo. Tus lunas, tus vicios.
Pensaste que éramos únicas entre tantas otras que juzgaste iguales.
Nos tragaste a todas juntas,
nos retorcimos en tu estómago.
Digeridas, deshechas tras los golpes por los que ambos pagamos con monedas diferentes.
Tú nos diste plata que nosotras entreguamos en la esquina para evitar el plomo.
Y tras un breve suspiro nos olvidaste al cubrir tu cama con sábanas limpias, sin pensar en las manchas que dejaste impresas en nuestra piel, donde todos quieren pero nadie ama.
Pasaron los días de sueños rotos,
olvidaste nuestras noches.
Apartaste la mirada avergonzado, o regresaste pensando que no se repetirían.
Nos deslizamos entre tantos labios que olvidamos que fuimos gotas.
Nos tragamos nuestras propias lágrimas, nos ahogamos en los charcos donde nadie mira.
Creímos ser esquirla cristalina deslizando en tu sonrisa,
no las putas con las que sueñas cada noche en cubrir de purpurina.
 
SIN TÍTULO (Fragmentando en absoluto)
 
Fragmentando en absoluto
Todo se inicia en un solo punto.
.
Dos conceptos opuestos.
Diminuto e infinito,
convergiendo el logaritmo
que concluye en su comienzo.
.
La expansión de los compuestos,
en los que nace la existencia.
De las líneas fraccionadas,
que delimitan la conciencia.
.
De la nada, la materia.
La suma de conceptos neutros,
Las múltiples singularidades,
descompuestas en un mismo
.
Perdido en el espacio en blanco
de tus susurros entre líneas.
Las palabras que se ocultan
deambulando entre electrones.
.
Átomos que forman células,
fórmulas que cifran y datan.
Deformando sus propias celdas en prisiones que desatan.
.
Lo que no se cuenta, se olvida,
y dejar de contar al recordar,
cada grano que conforma
el desierto de una vida.
.
El caos, sus normas.
El orden de la entropía,
que deriva en tantas hormas,
amalgando distopías.
.
De las notas los colores.
Melodías entre estrellas,
trastocando sinfonías
que componen los abismos.
.
De la chispa, la llama.
Las brasas, la hoguera.
Las cenizas que renacen,
el eterno melodrama.
.
De la espina, el rosal.
La sangre que derrama,
al teñir en las mañanas,
del ocaso universal.
.
Todo se borra de paso,
Caminando entre
:
De los sueños, los empeños.
Acumulando los propósitos.
De la brisa, la tormenta.
Desbordando cada dígito.
.
Partículas de un absoluto.
La guerra, los gritos.
Binarios confrontados
colapsando nuestra tierra.
.
Bestias, humanos.
Todos mezclados.
.
Y así se forma el universo,
y lo diminuto se vuelve extenso.
Seccionado verso a verso,
la locura del contexto.
.
Cada trazo de este lienzo,
predestinado;
Inconcluso en su principio
de fractal inacabado.
.
Del aliento, la vida.
La incógnita de toda ciencia,
La composición entera.
El halo, la esencia.
Donde el tiempo se detiene,
en los paralelos de la ausencia.
.
Del silencio; la nada.
Concluyendo en el comienzo,
del que surgen las palabras.
Y se erige el mundo entero.
El último,
el primero
 
(El texto está inspirado en la ilustración de @cereza.rouge y formará parte de su exposición de artes mixtas en Granada, en colaboración con otros artistas. Próximamente daré más información de su exposición.)
 
 
SIN TÍTULO (Se formaron tormentas)
 
Se formaron tormentas bajo las sábanas. Las ventanas empañadas,
la brisa enredada en los encajes de tus bragas.
Mierda,
y yo con los calcetines rotos,
y el alma agujereada cubierta con nuestras pieles.
Tus labios húmedos en mi boca seca, mis dedos correteando alrededor de esa diminuta peca.
Esa maldita peca,
que no es lunar sino pecado,
donde no hay distancia,
ni da lugar a pensamiento vano.
¿Eran gemidos?
Jadeos esteparios, formando el barniz de nuestros dos sudarios.
¿O eran las hienas?
Un par de leones de sabana
rugiendo desmelenados.
Es el veneno dulce deslizándose a través de mis lunas llenas,
devorando a pedazos nuestros cuerpos desencajados.
Adictos,
sedientos por colmar las penas.
Hambrientos,
seremos nuestra propia cena.
Volverse duro contra tu suave aliento jugando a las paradojas.
Sentirse libre apresado entre tus piernas. Beber de los charcos en los que te mojas.
Desterraremos las palabras tiernas.
Nos susurraremos al oído:
¡Joder, dame más!
Nos volveremos salvajes.
Cazadores de nuestras distantes tierras, presos del entramado de tus encajes. Ni más, ni menos.
Sin trofeos ni gacelas colgadas en las paredes. Arañaré tu espalda,
tu tejerás las redes.
Quemaremos las mantas,
o quedarán manchadas.
Envueltas en la espiral de nuestras dos miradas.
Tus pies sobre mis hombros.
Mi lengua en tus pezones.
Buscaremos flores entre los escombros, bailando al compás de nuestros corazones.
Y aunque el gato mire desde la esquina con cierto asombro.
Aullaremos a la lámpara,
devoraremos la luna a bocados.
Jugaremos sucio para limpiar las heridas de nuestros mil pecados.
Y viviremos entre suspiros,
y moriremos
y viviremos a horcajadas,
y moriremos,
y viviriremos entre carcajadas.
Vivir y volver a morir una última vez.
Para sentirse vivos mirando al techo, donde quedaron las sombras de nuestros propios hechos.
Un cigarro compartido,
otra carrera en tus medias.
Otro suspiro consumido
al albor de los siguientes besos.
¿Nos dormirmos?
¿Nos corremos?
Mejor repetimos hasta deshacernos en estos mismos versos.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario